Hablar de un Internet de los sentidos todavía puede parecer algo del futuro para algunos, sin embargo la evolución de la tecnología en los últimos 20 años ha sido exponencial comparada con los anteriores dos siglos, así que probablemente nos quede menos de lo que creemos para que sea nuestro cerebro, y no los aparatos que nos rodean, el que controle nuestro entorno.

Y así es como las grandes empresas quieren hacernos pasar del Internet de las Cosas al ‘Internet de los sentidos’. Muchos expertos del terreno tecnológico afirman que la próxima revolución industrial será la llamada computación cognitiva, es decir, que sea nuestro cerebro el motor de nuestra smart home, por ejemplo. Esto sería posible gracias a tres elementos clave: la realidad virtual y la realidad aumentada, el aumento de la velocidad de las redes y las conexiones y el uso de diferentes y muy avanzados wearables.

Estos factores unidos darían como resultado experiencias inmersivas en las que podríamos utilizar todos nuestros sentidos.

Ya hemos puesto los cimientos

El primer paso para este mundo a lo ‘Black Mirror’ en realidad ya lo hemos dado: somos muchos, muchísimos, los ciudadanos que utilizamos wearables y dispositivos IoT en nuestra vida diaria.

Concretamente, según datos de Statista, la cantidad de wearables conectados en todo el mundo se ha más que duplicado en el espacio de tres años, aumentando de 325 millones en 2016 a 722 millones en 2019. Se prevé alcanzar más de mil millones en 2022.

El crecimiento dentro del mercado de dispositivos portátiles está impulsado principalmente por dos factores: las ventas de relojes inteligentesApple, que presentó su primer reloj inteligente en 2015, actualmente domina el mercado de smartwatches– y el aumento de la popularidad de los auriculares inalámbricos.

En cuanto a los dispositivos IoT, los expertos señalan que alrededor de dos tercios de los consumidores comprarán uno de estos aparatos inteligentes en 2021. Lo cierto es que las opciones son muy diversas y cada vez hay más propuestas en el mercado, desde altavoces -los más populares- hasta neveras.

Así, contamos con multitud de sensores instalados en nuestras vidas que permiten la captura de datos y toda esa información ayuda a que evolucione el aprendizaje automático y la inteligencia artificial y que estas se utilicen para cosas prácticas de nuestra vida, por ejemplo saber el estado de las carreteras en cuanto a tráfico o el aforo de un espacio.

El siguiente paso es ‘solo’ un poquito más

Hoy en día no nos resulta extraño controlar con la voz todos los dispositivos que tenemos repartidos por nuestro hogar, o incluso nuestro propio móvil. Desde pedirle a la tele que nos ponga ‘El juego del calamar’ en Netflix hasta decirle al smartphone que llame a casa, pasando por hablar con altavoces con Alexa, Siri o el Asistente de Google para que enchufen las luces o enciendan la calefacción.

También fuera de casa tenemos acceso a un mundo conectado: coches ‘listos’ que evitan que nos salgamos del carril o nos acerquemos demasiado al vehículo de delante endureciendo la dirección o frenando automáticamente para evitar una colisión.

Con el avance tecnológico que están haciendo los fabricantes y el salto que se espera que suponga el 6G frente al actual 5G -dice que será 50 veces más rápido y estará a nuestro alcance pasado el año 2030-, ahora solo queda que estemos dispuestos a ‘ceder’ nuestro cuerpo, algo que no parece que vaya a ser muy complicado: según un informe sobre las expectativas de los consumidores de Ericsson, casi el 60% de los encuestados piensa que el cerebro será la próxima interfaz de los usuarios.

El Internet de los sentidos

Como decía al principio, el próximo gran avance y puede que la revolución más importante de nuestro tiempo será la computación cognitiva. Este apodado ‘Internet de los sentidos’ unirá el mundo físico con el mundo digital a través de los humanos, intentando crear interfaces que imiten el comportamiento de nuestro cerebro.

Aquí, serán los sistemas de aprendizaje automáticos y el procesamiento del lenguaje natural las tecnologías que cobren mayor protagonismo y estas disciplinas jugarán un papel clave para permitir que nuestro control del entorno se digitalice aún más y pasemos a tener experiencias realmente inmersivas.

¿Cómo serán esas experiencias? ¿Qué partes de nuestro cuerpo entrarán en juego? Nuestros órganos sensoriales serán los nuevos wearables y periféricos.

La mitad de los encuestados por Ericsson apuesta por la vista como líder, e imagina que la diferencia entre la realidad física y digital habrá desaparecido casi por completo en 2030 debido a pantallas holográficas en 3D.

El oído también tendrá un peso importante, ya que habrá -de hecho, ya hay- traductores instantáneos que nos permitirán controlar nuestro entorno de sonido. La realidad es que ya existen muchas experiencias al respecto, como por ejemplo la traducción al instante de Google o los subtítulos en tiempo real de plataformas de videoconferencia, que hacen que viajar al extranjero, impartir conferencias o trabajar en otro país ya no sean un problema.

Hay otros sentidos, sin embargo que son más complicados de introducir en esta transformación digital, pero no por ello los consumidores ponen menos expectativas en cuanto al futuro: 6 de cada 10 esperan poder visitar lugares lejanos de manera digital y experimentar los aromas naturales de esos lugares. En el mundo analógico ya se han hecho pruebas de libros con olores. Posiblemente sea el mayor reto al que nos enfrentamos, pues somos capaces de procesar unos 450.000 olores diferentes, una gama tan inmensa que el proceso de digitalizarlos resulta muy complejo.

Ocurre de forma similar con el gusto. Si bien, como en todo, ya se han hecho pruebas de lo más curiosas, como este dispositivo japonés capaz de recrear casi cualquier sabor sin comida, hablamos de una tarea complicada: conseguir que se recreen sabores en la boca exactamente como queremos, o incluso llegar a lograr paladear los sabores de nuestra infancia o productos ya desaparecidos.

Y, por último, el tacto: de nuevo 6 de cada 10 de las personas consultadas por Ericsson piensan en la existencia de dispositivos que estimulen los nervios para sentir cualquier objeto o persona en 2030. Que los dispositivos tengan incluso esa sensibilidad de fuerza realizada al presionar un objeto. En medicina, por ejemplo, podría ser un significativo avance lograr reproducir en una pantalla la sensación de pinchar en un brazo o incluso operar a una persona.

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