A diario hablamos de cambio climático y contaminación en la Tierra, sin embargo, ¿existe también fuera de ella? ¿dejamos huella los humanos allá donde vamos?

Esa huella de la que hablamos se reduce a basura espacial que lleva orbitando alrededor de la Tierra desde que el ser humano se lanzó a explorar el espacio, concretamente, desde la segunda mitad del siglo XX. Desde que tienen lugar las actividades espaciales (1957) se han llevado a cabo más de 6.150 lanzamientos.

Desde hace aproximadamente un par de décadas, la carrera espacial es cada vez más competitiva, nuestros dispositivos llegan al espacio con mayor frecuencia y esto supone que la contaminación sea, a su vez, mayor.

El profesor de la Universidad de Utah, Jake Abbott, hizo unas declaraciones en The Salt Lake Tribune en las que comparaba los anillos de Saturno con la basura que orbitará muy pronto alrededor de la tierra.

La Agencia Espacial Europea (ESA) asegura que existen unos 170 millones de piezas de desecho espacial a nuestro alrededor, lo que supone un peligro para nuestros propios vuelos espaciales y sus misiones y, sobre todo, para los astronautas que las pilotan. Alrededor de 36.000 piezas de esta basura son más grandes que una pelota de tenis, ya que todos los lanzamientos que realizamos al espacio generan basura a nuestro alrededor.

Aceleración humana para explorar el espacio

El ser humano ya ha llegado a la Luna o a Marte, donde existen planes de colonización en un futuro no muy lejano por parte de agencias gubernamentales como la NASA e incluso privadas como SpaceX o Blue Origin. Incluso otras como Virgin Galactic proponen convertir el espacio en un nuevo mercado de turismo.

Actualmente, se producen alrededor de 110 lanzamientos anuales, por lo que los objetos de desecho en el espacio aumentarán constantemente.

La consecuencia de este aumento de escombro hace que también aumente la posibilidad de colisiones catastróficas. Según la ESA, duplicar el número de objetos en el espacio hace que el riesgo de colisión aumente aproximadamente cuatro veces.

¿De donde vienen estos escombros?

La mayoría de los fragmentos que encontramos en el espacio provienen de eventos ‘explosivos’ como la explosión de tanques de combustible o baterías.

Es decir, las colisiones accidentales entre objetos en el espacio pueden producir nubes de escombros que se mueven rápidamente. Estas nubes, según la ESA, pueden expandirse y dañar satélite adicionales con un efecto cascada, lo que supone que las órbitas más útiles alrededor de la Tierra no sean seguras para las naves espaciales y las personas.

¿El exceso de basura espacial no nos deja ver las estrellas?

El cielo en la oscuridad está cada vez más lleno de satélites brillantes y basura espacial, así lo detalla una investigación publicada en la revista científica Monthly Notices of the Royal Astronomical. Esto supone, según los expertos una amenaza para nuestra visión del cosmos y también para el estudio de la astronomía.

Al parecer, estas toneladas de objetos espaciales que giran alrededor de la Tierra sería los responsables del aumento del brillo nocturno, es decir, contaminación lumínica.

El autor del estudio. Miroslav Kocifaj, asegura que esto puede suponer que se pierdan por completo muchos descubrimientos, ya que impide que los astrónomos obtengan medias precisas.

Según este equipo, los satélites y la basura espacial “arruinan” las imágenes astronómicas al dispersar la luz solar reflejada. Esto genera «rayas brillantes» que hacen difícil distinguir los ‘desechos’ del objeto de estudio. En algunas ocasiones hace imposible obtener una imagen clara.

Recreación de los desechos espaciales que hay alrededor de la Tierra.
Recreación de los desechos espaciales que hay alrededor de la Tierra.
ESA

¿Existe solución?

Tanto empresas públicas como privadas ya trabajan en ello ya que ‘poner solución’ a este problema es un reto al que le queda mucho camino por delante, pero al que hay que enfrentarse en el futuro.

Jake Abbott propone el uso de imanes como solución. El profesor ha publicado un estudio en Nature sobre cómo las fuerzas que generan imanes pueden servir para redireccionar y controlar la basura espacial. Asegura que se podrían crear corrientes eléctricas en forma de remolinos que ralentizarían y controlarían la dirección de estos restos.

La ESA trabaja en el programa ‘Clean Space’, basándose en una idea original de la agencia espacial alemana. Un modelo de reciclaje que se instalaría en todos los aparatos que se lanzasen al espacio.

El plan consiste en una vela de arrastre que atraiga el satélite hacia la atmósfera, siempre que la vida útil de este haya acabado.

El sistema de esta tecnología consistiría en hacer descender la basura espacial generada provocando que se desintegre por incineración cuando entre en contacto con la atmósfera. Reduciendo, así, la posibilidad de colisiones con otros restos, además de liberar espacio orbital para otro satélite.

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