Vivir conectados. Leer las noticias al despertarte desde la tablet. Una videollamada del trabajo. Un millón de mensajes de WhatsApp. Un descanso de las tareas cotidianas para ver en YouTube ese vídeo que te gusta o escuchar un tema en Spotify para recargar pilas. Horas y horas en Facebook, Twitter, Instagram y TikTok pasando de una a otra publicación casi de forma mecánica. Quedarte dormida viendo un capítulo en Netflix. Datos, datos y más datos.
Dice la gente de DOMO, una firma de software que anualmente publica un informe sobre la cantidad de datos recopilados en cada minuto, que cada persona en la Tierra genera 1,7MB de datos por segundo. Somos 7,75 billones. ¿Cómo es posible? ¿Cómo se mueven esos datos? ¿Cómo logramos estar conectados? La respuesta a todas estas preguntas está en el fondo del mar.
Nuestra conexión a la red depende de miles de kilómetros de cables submarinos que cruzan los océanos de todo nuestro planeta. Son las tuberías de Internet: el 98% de todo su tráfico internacional viaja a través de ellos.
Según datos de TeleGeography, una de las empresas más importantes de este sector, a principios de 2021 había aproximadamente 426 cables submarinos en servicio en todo el mundo. Si bien, advierten, este número cambia constantemente a medida que entran en servicio nuevos cables y se retiran de servicio los cables más antiguos. Para que entendamos mejor su presencia, esta compañía ha elaborado uno de los mapas más detallados que existen actualmente:
Se calcula que ahí abajo hay más de 1,3 millones de kilómetros de cable submarino funcional. Si bien en el mapa de TeleGeography vemos de forma delimitada cada cable, la compañía explica que es ‘una simulación’ para que sea “más fácil seguir diferentes cables y discernir sus puntos de aterrizaje”. Los cables que cruzan áreas similares de un océano toman caminos similares, destacan.
Estos caminos, apunta la empresa, se eligen “después de estudios marinos exhaustivos que seleccionan rutas para evitar condiciones peligrosas que podrían dañar un cable”. “Se tiene mucho cuidado para garantizar que los cables sigan el camino más seguro para evitar zonas de falla, zonas de pesca, áreas de anclaje y otros peligros”.
¿De qué se componen y cómo funcionan?
Se trata de infraestructuras consistes en un núcleo de fibra óptica recubierto y protegido por capas de cobre, policarbonato, aluminio, acero y polietileno. Su objetivo es sencillo: permitirnos estar conectados a Internet desde cualquier punto de la Tierra.
Desde TeleGeography afirman que, durante la mayor parte de su viaje a través del océano, “un cable suele ser tan ancho como una manguera de jardín”. “Los filamentos que transportan señales de luz son extremadamente delgados, aproximadamente del diámetro de un cabello humano”, añaden. Eso sí: los cables tendidos más cerca de la costa, que se encuentran enterrados bajo el lecho marino, utilizan capas adicionales de blindaje para una mayor protección.
La instalación de un cable submarino es bastante compleja, pero podríamos resumirla en tres pasos. El primero sería el sondeo previo, es decir, analizar los fondos marinos mediante cartas y estudios con barcos especializados para definir exactamente por dónde debe discurrir el cable y qué características -longitud, protecciones, etc.- debe tener.
Una vez esto está definido, se pasa a la etapa de fabricación: en centros especializados y normalmente cerca de un puerto, se manufactura el cable personalizado, ya que no existen dos cables iguales.
Por último, se carga el cable en un barco y se procede a su despliegue. En las zonas cercanas a la costa se entierra o protege el cable, puesto que es donde más riesgos existen, y a partir de los 1.000 metros de profundidad el cable se tiende sobre el lecho marino.
Algunos cables son más cortos, como el cable CeltixConnect de 131 kilómetros entre Irlanda y Reino Unido. Por el contrario, otros son increíblemente largos, como el cable FLAG Europe-Asia (FEA) de 28.000 kilómetros y 16 paradas -una de ellas en Estepona, Málaga-, que data de 1997 y une Reino Unido y Japón.
Nuestro cable más reciente: de Gran Canaria a la península
Vodafone y el Cabildo de Tenerife, a través de Canalink, una de las empresas pertenecientes al Instituto Tecnológico de Energías Renovables (ITER), acaban de anunciar que conectarán las Islas Canarias y la Península Ibérica con una nueva extensión del cable submarino 2Africa, que conecta 23 países de África, Oriente Medio y Europa.
El consorcio 2Africa es una asociación de los principales operadores africanos y mundiales que proporciona acceso a Internet en gran parte del Medio Oriente y África. La nueva extensión, construida por Alcatel Submarine Networks, irá desde la localidad de Telde, en Gran Canaria, hasta Lisboa.
Canalink es una entidad perteneciente al sector público que nació con el objetivo de “mejorar la conectividad y competitividad de las islas y posicionar a Canarias como nodo para al intercambio de tráfico internacional”. En la actualidad, gestiona y opera una red con más de 3.500 kilómetros de cables submarinos.
España se está convirtiendo en un enclave estratégico
Nuestro país, por su situación geográfica, cada vez atrae más cabos. “La razón principal diría que es geográfica, nuestra ubicación es estratégica, puesto que estamos rodeados de mar y somos el punto de Europa más cercano a Latinoamérica y África. Además contamos con una muy buena red terrestre y grandes centros de proceso de datos, especialmente en Madrid, dónde se está creando un ecosistema tecnológico muy interesante. Para las comunicaciones con Norteamérica, Londres será siempre un punto con más peso, pero si hablamos de la Península Ibérica, y no únicamente de España, seremos la puerta de acceso para los cables que nos conectan con el continente africano y Sudamérica”, indica el director general de CanaLink, Carlos Suárez.
En su opinión, “los gobiernos deben potenciar que este tipo de infraestructuras recalen en sus países, puesto que, además del componente estratégico, son un elemento tractor de la economía”.
En total, España alberga actualmente 28 puntos de anclaje -previstos o en funcionamiento-, de los cuales uno de los más conocidos es el cable MAREA, activo desde mayo de 2018 y que se encarga de conectar la costa vizcaína con Virginia Beach (Virginia, Estados Unidos) gracias al empuje de gigantes como Facebook y Microsoft. Hablamos de una infraestructura de 6.600 kilómetros que contiene en su interior ocho pares de fibra óptica, cada uno de ellos con una capacidad de 26,2 terabytes por segundo.
Los retos de los cables submarinos
Un proyecto de cable submarino suele tardar entre 2 y 3 años, según señala el director general de CanaLink. Una de las mayores dificultades suelen ser los permisos y concesiones administrativas para que los cables puedan amarrar en territorio nacional. “A nivel técnico, el proceso de despliegue es minucioso, puesto que el cable no debe soportar sobretensiones y hay que tenderlo en la ubicación concreta que previamente se había definido. Para ello, los barcos cuentan con estabilizadores y sistemas de posicionamiento dinámico”, explica.
Pero los problemas no terminan ahí: “Quizás son más interesantes las dificultades que pueden sufrir una vez instalados, puesto que un corte en los mismos supone un problema de semanas o incluso meses, con unos costes de centenares de miles de euros”, advierte Suárez.
Los riesgos más relevantes para los cables suelen encontrarse cerca de la costa y son causados por humanos. En concreto las anclas de los barcos y las redes de pesca suelen ser los principales causantes de cortes en los cables. También los movimientos del fondo marino pueden causar problemas y, aunque inusual, pero curioso, en ocasiones la fauna marina también puede causar algún problema:
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…y además llegan los cibermalos
Recientemente, la Royal Navy ha anunciado que está construyendo un barco de vigilancia para proteger los cables “críticos”. Preguntamos al director general de CanaLink si es real el riesgo de sabotaje de los cables para perjudicar al país de destino.
“Los cables submarinos son infraestructuras claves para la conectividad internacional y vitales para territorios aislados. Cada vez más los centros de proceso de datos y la conectividad entre ellos -fibra óptica terrestre y submarina- se están convirtiendo en infraestructuras críticas para los estados y pueden ser un claro objetivo militar. En la era de la digitalización, dónde todos los servicios -Sanidad, Educación, Transportes…- se apoyan en la informática y las telecomunicaciones, un fallo de estas puede suponer la completa paralización de un país”, alerta el experto.
Por ello, subraya, siempre se despliegan las infraestructuras “con altos niveles de seguridad, robustez y, sobre todo, redundancia”. “Hoy en día cualquier servicio se encuentra replicado en ubicaciones geográficas diferentes. Por ejemplo, CanaLink cuenta con dos cables -y con el nuevo anunciado tendremos 3- con la Península”, añade.
Reino Unido no es el primer país que fija un plan de protección para las infraestructuras críticas: España también cuenta con uno y en él incluye medios de protección a sus conexiones.
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