Lo que comenzó como una alianza entre dos de las figuras más influyentes de Estados Unidos ha terminado en una guerra abierta y pública. Elon Musk y Donald Trump, antaño aliados en política y negocios, se han enzarzado esta semana en un cruce de declaraciones y amenazas que ha terminado por salpicar a uno de los pilares del programa espacial estadounidense: la nave Dragon de SpaceX, que acaba de cumplir cinco años de servicios a la NASA.
El CEO de la compañía aeroespacial, que hasta hace poco dirigía el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) en la Administración Trump, afirmó este jueves en X (Twiter) que retiraría del servicio la cápsula Dragon, esencial para transportar astronautas y suministros a la Estación Espacial Internacional (ISS). Lo hizo en respuesta a un mensaje publicado en Truth Social, donde el presidente de Estados Unidos amenazaba con acabar con los contratos federales con las empresas de Musk.
“Siempre me sorprendió que Biden no lo hiciera antes”, escribió Trump, alimentando una ruptura que ya venía gestándose.
Horas más tarde, Musk pareció recular. Respondió a un usuario que le pedía no tomar decisiones apresuradas con una frase que ha dejado a todos con la duda: “Buen consejo. Ok, no desmantelaremos Dragon”. Una declaración que, por su tono críptico, ha sido interpretada por algunos como una respuesta sarcástica o meramente estratégica —en línea con su estilo habitual—.
La única nave operativa de EEUU para misiones tripuladas
La gravedad de esta amenaza no es menor. Tal como señalaba en primer lugar el editor espacial sénior de Ars Technica, Eric Berger, si se retirara la Dragon, “esto pondría fin a la Estación Espacial Internacional y, al mismo tiempo, no permitiría sacarla de órbita de forma segura”.
La Dragon es actualmente la única nave en Estados Unidos certificada para transportar astronautas a la ISS. De hecho, en marzo de este mismo año, fue la nave utilizada para traer de vuelta a la Tierra a los astronautas de la NASA Butch Wilmore y Suni Williams, tras meses atrapados en la estación debido a problemas técnicos con Starliner, la nave que está llamada a ser la alternativa a las de SpaceX.
Sin embargo, con esta aún en fase de pruebas y sin una fecha clara para su despliegue regular, la dependencia de la cápsula de SpaceX es total, entre otras cosas porque la NASA se comprometió con sus socios internacionales —entre ellos la ESA, Japón y Canadá— a mantener operativa la estación hasta 2030, a pesar de su cada vez más notable deterioro.
Por si fuera poco, SpaceX tiene el encargo de construir la nave que deberá desorbitar la ISS al final de su vida útil. Un sistema clave para evitar que la estación, de más de 450 toneladas, acabe estrellándose de forma descontrolada contra la Tierra.
¿Es una amenaza real?
Aunque a primera vista pueda parecer una salida impulsiva, lo cierto es que la idea encaja con la visión a largo plazo de Elon Musk, centrada en Marte y en el desarrollo de la nave Starship. El empresario ha reiterado en varias ocasiones que no le interesa mantener programas como la ISS ni seguir invirtiendo en naves como la Dragon.
Como decimos, la posible retirada de Dragon no solo perjudicaría a la NASA. Empresas privadas como Axiom Space, la ESA, la JAXA japonesa, la CSA canadiense y otras firmas involucradas en estaciones espaciales comerciales dependen del acceso que Dragon ofrece al espacio.
Por otro lado, el órdago de Trump parece difícil de cumplir. SpaceX no solo gestiona los vuelos a la ISS: también presta servicios para el Pentágono, la NOAA y otras agencias públicas. Además, su red satelital Starlink se ha convertido en un activo geoestratégico clave en conflictos como el de Ucrania. Cortar todos sus contratos supondría una disrupción masiva para Estados Unidos y sus aliados.
Desde que iniciara su colaboración con la NASA, SpaceX ha recibido unos 15.000 millones de dólares en contratos del Gobierno de EE. UU. en la última década.