Un cohete Falcon 9 de SpaceX sufrió un fallo durante el lanzamiento de la misión Starlink Group 9-3 el pasado 11 de julio. La segunda etapa de este vehículo explotó y no pudo entregar su carga, dejando a los 20 satélites en una órbita más baja de lo previsto.
El cohete Falcon 9 despegó sin problemas y la primera etapa reingresó correctamente a través de la atmósfera, sin embargo, la segunda etapa registró una anomalía que resultó en el mencionado incidente.
Tal y como se pudo comprobar en la misma retransmisión en directo, se había acumulado una gran cantidad de hielo alrededor de la segunda etapa y, a medida que el cohete se adentraba en el espacio, los trozos de hielo se fueron desprendiendo. Esto impidió que los motores se reiniciaran tal y como estaba previsto, lo que terminó en una explosión.
Los satélites quedaron en una órbita excéntrica a 135 kilómetros sobre la Tierra, menos de la mitad de la altitud esperada, pero no representaban ningún peligro para nuestro planeta ni para otros satélites porque al volver a entrar en la atmósfera terrestre se desintegrarían. Al estar tan bajos no tenían opciones de sobrevivir, ya que sus propulsores eléctricos no podrían haber contrarrestado la alta resistencia atmosférica.
Elon Musk, dueño de SpaceX, afirmó en ese momento en X que “el reinicio de la etapa superior para elevar el perigeo resultó en un RUD (desmontaje rápido no programado) del motor por razones actualmente desconocidas”. Un RUD es la expresión que se utiliza en la industria espacial cuando se quieren referir a una explosión catastrófica.
Como resultado, la Administración Federal de Aviación (FAA) ha estado investigando el incidente. Incluso la NASA ha evaluado posibles impactos en su calendario de misiones tripuladas a la Estación Espacial Internacional (ISS).
Ahora, la FAA ha dado luz verde a la compañía de Musk para continuar con su actividad habitual del cohete Falcon 9 a partir de este sábado, 27 de julio.
La FAA ha declarado que “tras una revisión exhaustiva, no había problemas de seguridad pública involucrados en la anomalía que ocurrió durante el lanzamiento de SpaceX Starlink Group 9-3 el 11 de julio”.
“Esta determinación de seguridad pública significa que el vehículo Falcon 9 puede volver a las operaciones de vuelo mientras la investigación general permanezca abierta, siempre que se cumplan todos los demás requisitos de licencia”, añadió.
Qué ha ocurrido con el cohete Falcon 9 de SpaceX
SpaceX culpó del fallo a una fuga de oxígeno líquido rastreada a una grieta en una línea de sentido para un sensor de presión. La grieta fue creada por la fatiga de la vibración del motor y una abrazadera suelta que no pudo restringir la línea según lo diseñado.
La fuga de oxígeno líquido propició la acumulación de hielo que se vio en partes del motor de la etapa superior durante su ascenso a la órbita, pero no afectó al rendimiento del motor en esa fase de vuelo. Esa fuga, dijo SpaceX, también resultó en un “enfriamiento excesivo de los componentes del motor”, como los que entregan líquido de encendido al motor.
Tras este suceso, “el motor experimentó un arranque difícil en lugar de una quemadura controlada, lo que dañó el hardware del motor y causó que la etapa superior posteriormente perdiera el control de la actitud”, declaró SpaceX.
Preocupación de la NASA
Este incidente se ha registrado como el primer fallo en un vuelo de un cohete Falcon 9 desde 2015. No obstante, ha generado preocupación en la comunidad aeroespacial, ya que SpaceX es el único proveedor estadounidense actualmente certificado para llevar astronautas al espacio.
Más aún en el momento presente, con Starliner de Boeing dando tantos problemas.
La NASA tiene programada una misión con el cohete Falcon 9 para el 19 de agosto. Se prevé que cuatro astronautas viajen a la Estación Espacial Internacional a bordo de una cápsula Dragon para reemplazar a la tripulación que se encuentra en el laboratorio orbital desde marzo.