Un equipo de la Universidad de Rice ha puesto en práctica un método que permite extraer metales preciosos de la basura electrónica. Según explican los investigadores, este proceso emplearía hasta 500 veces menos energía que los que se usan actualmente en laboratorio y sería respetuoso con las tierras agrícolas.

El procedimiento se denomina calentamiento Joule y se empezó a utilizar el año pasado para crear grafeno con fuentes de carbono respetuosas con el medio ambiente, como residuos de alimentos y plástico.

A través de este método, se pueden recuperar elementos como el rodio, paladio, oro y plata con el fin de ser reutilizados. Según un informe que han publicado en Nature Communications, el calentamiento Joule permite eliminar los metales pesados altamente tóxicos y dejar un subproducto con un contenido mínimo de metal.

James Tour, un químico del laboratorio de Rice, explica que con 40 millones de toneladas de desechos electrónicos que se tiran cada año hay un gran potencial de “minería urbana”.

Aquí, la mayor fuente creciente de desechos se convierte en un tesoro –apunta Tour-. Esto reduciría la necesidad de viajar por todo el mundo para extraer minerales en lugares remotos y peligrosos, despojar la superficie de la Tierra y utilizar gran cantidad de recursos hídricos”.

El químico alertó que los dispositivos electrónicos que se desechan en todo el globo terráqueo aumentan cada vez con más rapidez. Según comenta, estos aparatos suponen aproximadamente el 20 % de los desechos de los vertederos que se reciclan ahora.

Tal y como señala Tour “el tesoro está en nuestros contenedores de basura”. Por ello, Tour apuesta por aprovecharlo: “Encontramos una manera de recuperar los metales preciosos y convertir los desechos electrónicos en un recurso sostenible -recalca-. Los metales tóxicos se pueden eliminar para proteger el medio ambiente.

Una vez dentro del laboratorio, los investigadores descubrieron que los desechos electrónicos debían prepararse antes de extraer los metales valiosos. Para ello, el equipo de Rice pulverizó unas placas de circuito y añadieron un poco de humo de carbón y haluros (como teflón o sal de mesa) para mejorar el rendimiento de recuperación.

Posteriormente, separaron los vapores metálicos de los metales tóxicos y transportaron lo primero a otro recipiente: una trampa fría. Allí, el equipo de Rice explica que los vapores metálicos se condensaron en sus metales constituyentes.

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Bing Deng, el autor principal y asociado de la investigación postdoctoral de Rice comenta que el resultado fue bueno: “Las mezclas de metales recuperados en la trampa se pueden purificar aún más en metales individuales mediante métodos de refinación bien establecidos”.

A través del calentamiento Joule, los investigadores afirman que se consumen unos 939 kilovatios por hora por cada tonelada de material procesado. Esto supone 80 veces menos energía que los hornos de fundición comerciales y 500 veces menos que los hornos de tubo de laboratorios.

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