En un clima de mucha emoción y alegría cristiana, durante la tarde del sábado 9 de agosto, se llevó a cabo el Jubileo Diocesano de los Adultos Mayores, celebrando este tiempo de gracia y conversión propuesto por el Papa Francisco para revitalizar a la Iglesia en todo el mundo, bajo el lema “Peregrinos de esperanza”.

Las actividades iniciales se concentraron en la residencia de adultos mayores Fray Mamerto Esquiú de la ciudad capital, donde los abuelos compartieron una rica merienda y disfrutaron de canciones en esta jornada especial. Luego se dispusieron para iniciar la peregrinación con la animación del ministerio de música Yanai y jóvenes de la Pastoral Juvenil.

Con espíritu sinodal, se encaminaron por avenida Belgrano continuando por calles Rivadavia y República, en compañía de miembros de la Pastoral Social, Pastoral de la Salud, Pastoral de Adicciones y Pastoral Penitenciaria, Cáritas, Instituto Superior Fray Mamerto Esquiú, personal de la Residencia de Adultos Mayores Fray Mamerto Esquiú y Cadetes de la Policía de la Provincia, quienes se sumaron a esta acción pastoral, junto con los sacerdotes Lucas Segura, Guillermo Chanquía y Daniel Pavón. También fueron parte de esta fiesta de la fe, autoridades civiles, entre ellas, la ministra de Salud, Dra. Johana Carrizo; el director del Servicio Penitenciario Provincial, Crio. Gral. (RE) Daniel Coronel; y el director de la Residencia de Adultos Mayores Fray Mamerto Esquiú.

Cantando y rezando llegaron al Paseo de la Fe acompañados por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, quien antes de atravesar la Puerta Santa de la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle explicó brevemente el sentido de este gesto que permite alcanzar la indulgencia plenaria de este Año Jubilar 2025.

Visiblemente emocionados, los peregrinos ingresaron al templo, en su mayoría en sillas de ruedas, siendo ayudados por los voluntarios abocados a esta tarea con total disposición y cariño.

Una vez en el interior de la Casa de la Virgen rezaron el Santo Rosario y después participaron de la Santa Misa, presidida por Mons. Urbanč y concelebrada por el padre Lucas Segura, asesor de la Pastoral Social, y el padre Ramón Carabajal, capellán del Santuario Catedral.

“Es una gran alegría”

En su homilía, el Obispo manifestó: “En esta Misa, de un modo particular, están haciendo su peregrinación nuestros queridos abuelos, abuelas, los adultos mayores, en el marco de este Año Jubilar, organizada por la Unidad Pastoral N° 3” que aglutina a “las distintas pastorales que se ocupan de la dimensión social, la atención de nuestros hermanos en distintas situaciones que vivimos”. Destacó el gesto de “prestar este servicio a los ancianos y posibilitarles que puedan peregrinar; han estado reunidos con ellos compartiendo una merienda y cantando. Después han venido caminando desde el Hogar hasta la Catedral, y han podido pasar por la Puerta Santa, es una gran alegría. Me imagino cómo debe estar de contento Jesús y la Virgen de ver que ha habido hermanos que se han ocupado de favorecer esta peregrinación para estos hermanos ancianos que tenemos acá entre nosotros”.

Refiriéndose a los textos bíblicos dijo que “la Palabra de Dios que acabamos de escuchar quiere responder a la súplica que Jesús estará haciendo a lo largo de toda la semana por nosotros. En lo que se llama la oración colecta, Jesús pide para nosotros que Dios Padre configure, conforme nuestros corazones de tal manera que seamos conscientes que somos hijos de Dios; darle esa claridad a nuestros corazones y que realmente estemos contentos de saber que somos hijos de Dios. Porque no basta haberlo escuchado, o saber que es así, sino que nosotros debemos sentirlo profundamente”.

“La segunda lectura -continuó- nos habla de una hermosa reflexión sobre la fe en la Carta a los Hebreos, en el capítulo 11, y nos dice el texto que la fe es la garantía de los bienes que se esperan. Estas dos virtudes, la fe y la esperanza, van muy estrechamente ligadas y son dos virtudes, dos capacidades que nos dio el Espíritu Santo en el bautismo, para que mientras peregrinamos con este mundo tengamos estas certezas, estas verdades, estas realidades presentes, que son las realidades del Cielo, para que sepamos encaminar bien nuestra vida acá en la tierra. Y qué necesaria es la fe cuando ya somos personas con muchas limitaciones, cuando llegamos a la tercera edad, como decimos ahora, necesitamos mucha fe, para poder sobrellevar los límites que nos va presentando la vida y, sobre todo, ir preparándonos para ese encuentro definitivo con el Señor”.

Fe, esperanza y amor

“Entonces la fe nos da la plena certeza de las realidades que se esperan, que no las tenemos acá sino que las tendremos más allá en el Cielo. No es solamente un aliciente sino una certeza. Nuestra inteligencia necesita certezas, no puede vivir en la ambigüedad. Entonces, Dios nos regala un conocimiento superior al de la inteligencia, que se llama la fe, para que podamos acceder a esas verdades, aceptarlas, vivirlas y que sostengan nuestro peregrinar”, reflexionó.

Y apuntó que “este Año Jubilar tiene como lema: ‘Peregrinos de esperanza’. Peregrinamos con esa esperanza de llegar a esas realidades que nos presenta nuestra fe y que la tenemos que ir alimentando día a día, como dice el apóstol San Pablo en su carta a los Gálatas, con la caridad. Porque el alimento para la fe, fundamentalmente, es el amor, la caridad, amor a Dios, en primer lugar, y amor al prójimo, y de esa manera la fe se mantiene viva. También la fe se alimenta con la Eucaristía y con los otros sacramentos, con la meditación de la Palabra, así se alimentan la fe y se sostiene también la esperanza”.

Asimismo, meditó sobre “la fe de algunos personajes del Antiguo Testamento, especialmente los que llamamos patriarcas, que son Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob, quienes han vivido en una confianza absoluta en Dios”. En este sentido afirmó que “Dios es el origen y el término de nuestra peregrinación”, enfatizando que “lo único importante en la vida es Dios”.

Hacia el final señaló: “Hoy tengo que tener una fe firme, una fe tan grande que mueva el corazón de piedra que tengo y lo transforme en un corazón de carne. Hoy tengo que tener una esperanza viva de que voy a encontrarme con el Señor; y hoy voy a amar con todo mi corazón a las personas que tengo a mi lado”.

Luego de la Comunión y de la bendición final, todos juntos alabaron a Santísima Virgen María con el canto, concluyendo así una fervorosa jornada jubilar.

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