En el tercer día del novenario, rindieron tributo a la Madre del Valle la Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci e intendentes.
Lucía Corpacci e intendentes junto con miembros de sus respectivos gabinetes. La Santa Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por sacerdotes del clero diocesano.
Luego de las lecturas, durante su homilía, Mons. Urbanc dio la bienvenida a los alumbrantes y rogó “que la Madre celestial los siga acompañando, protegiendo y fortaleciendo para que cada vez con más competencia, sabiduría, abnegación y amor estén al servicio del pueblo que les ha confiado la noble misión de gobernar”.
“La semilla cuando germina no hace ruido. Las plantas cuando brotan o crecen, tampoco. Lo que hace ruido es lo que se hace mal, a contrapelo del Reino de Dios. Por eso, la Palabra de Dios nos invita hoy a saber discernir, a distinguir entre lo que proviene del buen espíritu o del mal espíritu; qué lleva a la libertad y a la vida y qué lleva a la esclavitud y a la muerte”, expresó en un tramo de su mensaje.
También manifestó que “es conveniente que nos preguntemos ¿qué realidades descubrimos a nuestro alrededor que favorecen que crezca la verdad, el amor, la justicia, la paz, la fraternidad y la vida? También que indaguemos qué signos del Reino de Dios encontramos en nuestro corazón para cuidarlos y hacerlos crecer y fructificar. Para lograr esto, Jesús nos enseñó a rogar al Buen Padre Dios: ‘Venga a nosotros tu Reino’, no como mera dádiva, sino como tarea”.
Lucia Corpacci, Ruben DussoEn la parte final de su prédica, el Obispo se dirigió a la Madre del Valle: “Tú conoces nuestra fragilidad e inconstancia, nuestra indolencia y superficialidad, nuestra vanidad y mundanidad, ven y socórrenos en las horas de oscuridad, desánimo y desesperación, para que sepamos descubrir los signos de la presencia de Dios en medio de las vicisitudes de la vida y que no nos cansemos de recomenzar cuántas veces haga falta, teniendo la certeza de que contamos siempre con la misericordia de Dios y la asistencia del Espíritu Santo”.
Como en cada una de las celebraciones que se suceden a lo largo de las nueve jornadas de las festividades, los alumbrantes ofrendaron elementos que serán destinados al servicio de los peregrinos que llegan a los pies de la Madre del Valle; y acercaron los dones del pan y del vino.
Tras la comunión, todos los participantes elevaron su oración confiada a la Madre del Valle embellecida en su trono con hermosas flores.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
La temática propuesta para este tercer día de la novena nos invita a relacionar la piedad popular con el Reino de Dios, del que nos harán un bosquejo las lecturas: “Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin” (Daniel, 7,13-14); “cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21,31).
Hoy rinden su homenaje a la Virgen del Valle la señora Gobernadora e Intendentes con sus respectivos gabinetes. Bienvenidos a esta celebración. Que la Madre celestial los siga acompañando, protegiendo y fortaleciendo para que cada vez con más competencia, sabiduría, abnegación y amor estén al servicio del pueblo que les ha confiado la noble misión de gobernar.
Nuestro maestro y pastor, Jesús, nos invita a mirar cómo brota la higuera, símbolo de la Iglesia que se renueva periódicamente gracias a aquella fuerza interior que Dios le comunica, a ejemplo de la parábola de la vid y los sarmientos, (Jn 15): «Miren la higuera y todos los árboles. Cuando empiezan a brotar saben que el verano está cerca» (Lc 21,29-30).
La naturaleza tiene sus ritmos. Y muchas veces nos da señales de lo que está llegando: tiempos de sequía que suceden a tiempos de lluvias, y viceversa, subida o bajada de las temperaturas, semillas que comienzan a crecer, etc. Igual que el ser humano ha ido mejorando su capacidad de observar la naturaleza y predecir sus ritmos, Jesús nos invita a que como creyentes y como Iglesia avancemos en descubrir por dónde quiere Dios y su Reino abrirse camino hoy en día.
El Reino de Dios es lo contrario al reinado de la mentira, del mal, del odio, de la venganza, del egoísmo, de la envidia, de la inequidad, del robo, del horror, etc., por desgracia monedas corrientes en nuestro mundo. Es el reinado de Dios y su justicia, que comienza a hacerse presente en nuestro mundo y que esperamos que llegue a ser pleno al final de los tiempos. Ahora vemos los brotes, que llegarán a dar todo su fruto en la eternidad.
El Papa Benedicto XVI, afirmaba que «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo». En efecto, «realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo». Esa Palabra viva que nos muestra el verano como señal de proximidad y de exuberancia de la luminosidad es la misma Luz. En ese sentido, «ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret».
La comunicación de Jesús con el Padre fue perfecta; y todo lo que Él recibió del Padre, Él nos lo dio, comunicándose de la misma forma con nosotros. De esta manera, la cercanía del Reino de Dios, —que manifiesta la libre iniciativa de Dios que viene a nuestro encuentro— debe movernos a reconocer la proximidad del Reino, para que también nosotros nos comuniquemos con el Padre por medio de la Palabra del Señor, reconociendo en todo ello la realización de las promesas del Padre en Cristo Jesús.
El Papa San Juan Pablo II nos decía al inicio del tercer milenio: «Duc in altum» ‘Navega mar adentro’ (cf. Lc 5,4). A veces tenemos la sensación de no hacer nada provechoso, o incluso de retroceder. Pero estas impresiones pesimistas proceden de cálculos demasiado humanos, o de la mala imagen que malévolamente difunden de nosotros algunos medios de comunicación. La realidad escondida, que no hace ruido, es el trabajo constante realizado por todos con la fuerza que nos da el Espíritu Santo.
La semilla cuando germina no hace ruido. Las plantas cuando brotan o crecen, tampoco. Lo que hace ruido es lo que se hace mal, a contrapelo del Reino de Dios. Por eso, la Palabra de Dios nos invita hoy a saber discernir, a distinguir entre lo que proviene del buen espíritu o del mal espíritu; qué lleva a la libertad y a la vida y qué lleva a la esclavitud y a la muerte.
Es conveniente que nos preguntemos ¿qué realidades descubrimos a nuestro alrededor que favorecen que crezca la verdad, el amor, la justicia, la paz, la fraternidad y la vida? También que indaguemos qué signos del Reino de Dios encontramos en nuestro corazón para cuidarlos y hacerlos crecer y fructificar. Para lograr esto, Jesús nos enseñó a rogar al Buen Padre Dios: “Venga a nosotros tu Reino”, no como mera dádiva, sino como tarea.
Y para que tomemos en serio sus enseñanzas, ya que no es un charlatán, Jesús afirma al final del texto proclamado: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21,33).
Querida Madre del Valle, Tú conoces nuestra fragilidad e inconstancia, nuestra indolencia y superficialidad, nuestra vanidad y mundanidad, ven y socórrenos en las horas de oscuridad, desánimo y desesperación, para que sepamos descubrir los signos de la presencia de Dios en medio de las vicisitudes de la vida y que no nos cansemos de recomenzar cuántas veces haga falta, teniendo la certeza de que contamos siempre con la misericordia de Dios y la asistencia del Espíritu Santo. Amén
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