Sergio Massa junto a Natalia de la Sota en Mendoza Sergio Massa encontró otra vuelta para alentar el objetivo electoral con que sueña el “albertismo” en gestación: superar el 50 por ciento de los votos y si es posible empardar la marca CFK de 2011, que fue de 54 puntos. No pretendió un tono épico, aunque anduvo cerca: lo expuso esta semana como una necesidad vital para encarar la difícil pulseada con el FMI si las urnas consagran el proyecto presidencial de Alberto Fernández. No parece que el Fondo se impresione sólo con esas cifras, pero ese fue el nuevo argumento. En rigor, asomarían detrás señal interna y una pincelada fuerte del tipo de poder que siempre seduce. Las encuestas entusiasman y alimentan esas cuentas. Massa dejó el mensaje en una visita de campaña a Tres de Febrero, territorio de Cambiemos: hizo un llamado a quienes no votaron a Mauricio Macri y tampoco al Frente de Todos. Les pidió apoyo a Alberto Fernández porque –dijo- “necesitamos confianza, legitimidad y respaldo para volver a discutir con el FMI el acuerdo que hoy estrangula” al país. También sostuvo que sería sustancial en función del pacto social que viene proponiendo el candidato y en la perspectiva de un acuerdo político con otras fuerzas, es decir, con lo que sería su oposición. La referencia a los acuerdos no es estrictamente contradictoria pero sí diferente a lo que sucedió en estos últimos cuatro años. Macri nunca logró o quiso desprenderse de la matriz fuertemente presidencialista de la política nacional, aunque por necesidad o –al menos de parte de algunos de sus operadores y socios- por convicción debió encarar los acuerdos como parte necesaria e inevitable de su gestión. Fueron tratos puntuales, una sucesión de entendimientos específicos. En la apuesta a la reelección, esa idea había empezado a cambiar hacia un tipo de coalición diferente, legislativa y de gobierno. La batalla por mantener la esperanza en octubre dejó ese debate en segundo plano. Alberto Fernández junto a los gobernadores, ayer, en Mendoza Lo que acaba de plantear Massa y lo que empieza a moverse subterráneamente y no tanto en el plano interno va más allá, si octubre confirma o amplía los resultados de las primarias. Se trata del tipo de poder. Alberto Fernández se ve a sí mismo en la línea de Néstor Kirchner y no en la versión más descarnada de Cristina Fernández de Kirchner. Poder concentrado, con trazos más o menos profundos de construcción hegemónica, según el caso. Y con diferencias en la proyección, empezando porque Kirchner ejerció con un vice muy en segundo plano, Daniel Scioli, y Alberro Fernández debería hacerlo con CFK. El panorama actual expone un peso territorial enorme del PJ en sus distintas vertientes, antes de entrar en cuentas domésticas. Y un resultado en las próximas elecciones similar al de agosto o mayor ampliaría ese panorama también en el Congreso. Visto así, las bases para una construcción hegemónica y más o menos tradicional del peronismo y kirchnerismo estarían aseguradas. Las
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