Confirmada la realización de los comicios provinciales conjuntamente con los nacionales por el propio vencimiento de los plazos de convocatoria (salvo una improbable suspensión de las PASO), oficialismo y oposición arrancan el año electoral con moderado optimismo.
Que la fuerza que gobierna la provincia tenga altas expectativas de conseguir un triunfo no es novedad: los oficialismos nunca pierden en Catamarca. Ésa es la regla, pero hay una excepción desde el retorno a la democracia. Ocurrió en 2011, cuando el Frente para la Victoria despojó del gobierno de la provincia y del principal distrito electoral –la Capital- a un Frente Cívico y Social que se mantenía invencible desde hacía 20 años. El triunfo de la entonces oposición fue posible merced a un error estratégico del entonces oficialismo. El FCS, que hasta entonces había prescindido de alineamientos exclusivos con referencias nacionales, presentándose como una coalición política con exclusiva base local, desde 2008, año en que estalló el conflicto por la Resolución 125, optó por erigirse como un frente antikirchnerista. No extrañó entonces, por más que las elecciones se hayan celebrado en marzo, separadas de los comicios nacionales, el resultado. 2011 fue el año en el que Cristina Kirchner obtuvo el 53% de los votos en las presidenciales. Los comicios catamarqueños fueron la inauguración de una seguidilla de triunfos previsibles.
Juntos por el Cambio en su versión catamarqueña también alberga para este 2023 expectativas favorables y apuesta a que se consume una nueva excepción a la regla. A diferencia de lo que sucedía 12 años atrás, no hay una figura nacional que pueda funcionar como catalizadora de adhesiones y eventualmente votos, como lo hizo Fernández de Kirchner entonces, pero la coalición opositora considera que hay algunos factores que pueden incidir favorablemente. Sus dirigentes estiman que hay un desgaste del gobierno provincial que puede conspirar contra las chances reeleccionistas, pero también que, a diferencia de instancias electorales anteriores, hay fortalezas propias que también jugarán positivamente.
Con el fallecimiento de Eduardo Brizuela del Moral y la derrota de la estrategia de Oscar Castillo en las PASO 2021, han emergido luego de tres décadas otros referentes dentro del radicalismo catamarqueño. Y, entienden, esta nueva realidad puede potenciar al partido y al Frente que integra con el PRO y la Coalición Cívica. Ya hay tres dirigentes que han manifestado abiertamente sus aspiraciones de ser candidatos a gobernador: Flavio Fama, Alfredo Marchioli y Roberto Gómez. Francisco Monti es otro dirigente cuyo predicamento se ha desarrollado, pero por su juventud es seguro que postergará aspiraciones. Esta presunta fortaleza es de carácter subjetivo y no ha demostrado aún resultados electorales positivos. Lo que no puede negarse es que en los últimos dos años la oposición parece haberse despertado de un prolongado letargo, durante el cual el peronismo ejerció una clara hegemonía política.
El oficialismo confía en la continuidad de la regla. La bendición de Lucía Corpacci a los liderazgos de Raúl Jalil y Gustavo Saadi funcionó como factor ordenador interno y consolidó la idea reeleccionista en provincia y Capital. El desgaste que se constata en algunas áreas de gobierno puede ser contrarrestado por algunos buenos indicadores económicos provinciales, sobre todo a nivel empleo y particularmente en algunos sectores como la industria y el turismo.
La oposición apuesta a que el efecto nacional juegue a su favor. El oficialismo arguye que puede exhibir, a diferencia de JxC, candidatos con gestión. Y descansa sobre la poderosa maquinaria electoral que significa contar con las cajas que solventan las campañas.
Con el correr de los meses se irán despejando las dudas respecto de estrategias y chances de ambas fuerzas mayoritarias. El diálogo declamado, los consensos esperados, los debates sobre los temas estratégicos, probablemente queden postergados hasta que se termine de contar el último voto.
Fuente: El Ancasti
Fuente: El Chasqui Digital
