El camión Mercedes Benz largo y blanco pasa por el Teatro Colón. Sigue hasta el Obelisco. Avanza a la par del Metrobus de 9 de Julio. Las motos de los mensajeros lo cruzan por los costados. Al fondo, el único edificio que se ve es el del Ministerio de Desarrollo Social con el mural enorme de Evita. En ese paisaje tan de todas las días, tan de todas las horas, tan de todos los minutos, el camión parece uno más. Va lento por la carga pesada que lleva. Puede ser de televisores, de zapatillas, toneladas de tela para negocios de Once o granos y semillas que van al campo, pero no. Adentro está Sandra, la única y primera orangutana declarada “persona no humana”. Viaja dentro de una caja metálica, con agujeros de ventilación y una ventana muy chica. La mayor parte del trayecto está sola. El destino final es Dallas, Estados Unidos, pero el destino inmediato es el aeropuerto internacional de Ezeiza. Ya van 18 minutos desde la salida del Ecoparque, cuando Sandra abandonó por fin el exzoo porteño, después de 24 años de encierro. Todo marcha según lo cronometrado, pero en un punto del camino, poco después del peaje Dellepiane, el camión para. Atrás viene un auto que hace lo mismo y bajan dos personas: son los cuidadores y veterinarios de Sandra. Es el momento de la posta de hidratación. Ciudad – El camión que traslada a Sandra la orangutana viaja por Av 9 de Julio rumbo Ezeiza. 26-09-2019 Foto: Fernando Orden FTP CLARIN _FER8704.jpg Z DelaOrden Tomás Sciolla, el encargado de la logística que está asociada al traslado de Sandra, espera que las puertas del camión se abran. Tiene en la mano una botellita con un pico largo y curvo, parecida a las que se usan en los hospitales para que los pacientes tomen líquido. Él, camisa verde y jean, sube a la caja del camión y se acerca a la caja más chica, esa en la que está Sandra. Ella se asoma a la ventanita. Su pelo es rojo anaranjado, su nariz chata, la trompa salida y la boca gruesa. Mientras toma agua del pico de la botella, conecta con los ojos – redondos, marrones, tan parecidos al de los humanos- con Tomás. Mirá también No está sedada. Desde las 12.30 cuando empezó el operativo, jamás lo estuvo. Sola y por propia voluntad subió a la caja que se instaló temprano dentro de su recinto. Durante años sus cuidadores la hicieron practicar: cómo ingresar, cómo salir, cómo sentirse en terreno conocido. “La caja va a ser la misma hasta que llegue a Estados Unidos. No se puede cambiar. Es la que ella reconoce y sobre la que siente que tiene un control”, dijo a Clarín María Eugenia Dahdah, coordinadora del área de Comportamiento Animal del Ecoparque. Newsletters Clarín ¿Qué hacemos este fin de semana? | Todas las propuestas para que organices tu finde. Todos los sábados por la mañana. Recibir newsletter María Eugenia era una de las 20 personas asociadas al
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