“Nos arruinó la vida”. Al unísono lo dicen cuatro exempleados sobre el titular del
Sindicato de Obreros y Empleados Municipales (SOEM), Walter Arévalo. Los motivos
se reducen a lo que ellos definen como persecución y hostigamiento. De los cinco
afectados, cuatro dialogaron con este medio. Contaron que dos tenían 21 años de
antigüedad y dos 18 años prestando servicios al Sindicato. Llegó una intervención, un
salvataje del Municipio y una peregrinación de los perjudicados, quienes no temen en
asegurar que subsisten como pueden.
Los cinco trataron de acordar el resultado de un juicio laboral por falta del pago de
aportes jubilatorios al que Arévalo siempre se opuso. Parte de ese acuerdo
contempló un compromiso de que presten funciones en el Municipio mediante
contrato de servicio. Pasó el tiempo y los cuatro fueron desafectados antes de que se
cumpla el periodo en el que adquieren estabilidad laboral según establece el Estatuto
de los empleados municipales.
Ivana Chazarreta, una de las afectadas, explica que antes de la asunción de Arévalo
se demandó vía judicial un aumento impago y la falta de aportes previsionales. Para
la primera, la Justicia les dio la razón. La segunda, continuó su camino a través de la
AFIP.
“Ellos interpretaron que nosotros, yo particularmente, le estaba cobrando el juicio
laboral pero la demanda estaba dormida porque el Sindicato no tenía cómo pagar,
pero al contar con los fondos AFIP los vuelve a notificar”, relató.
Ivana, madre de tres hijos y quien subsiste alimentariamente gracias a su madre,
contó que un día Arévalo envió a un portavoz con un mensaje: “Si no dejaba sin
efecto la demanda él iba a hacer que el intendente me firme la baja”. La baja del
contrato llegó. “Me faltaban seis días para cumplir los dos años”, dijo con
indisimulable disgusto.
Circunstancialmente la marcha del SOEM por los precarizados pasaba por el lugar
donde se realizó la entrevista. Ivana contempló que “todo el tiempo dijo que defiende
el derecho de los trabajadores y a nosotros nos arruinó la vida, esa es la realidad,
tiene dos caras”.
La mujer recordó que en un tiempo Arévalo amagó para llegar a un acuerdo pero
“nos hacían propuestas de miseria y uno no puede recibir miseria con los años que
uno entregó en el Sindicato”. Después de eso, fue todo presión para buscar que los
afectados renuncien.
Incluso comentó que la documentación y los estudios psicofísicos para la estabilidad
laboral de Mario Barrera y Juan Basualdo, y que era una parte del acuerdo, estaban
prácticamente listos para que el intendente estampe su rúbrica. “Nunca los firmaron y
con el tiempo nos enteramos que familiares de él (Arévalo) entraron en esos dos
puestos libres que eran para Barrera y Basualdo”.
Mario, por su parte, contó que además de no lograr la planta permanente “empezaron
con las persecuciones sobre nosotros, reduciéndonos los sueldos (percibieron solo
una cuarta parte de los haberes) y las horas de trabajo”. Si bien continuaron en el
Sindicato, el cansancio físico y mental pasó factura. “Llega un momento en el que el
hostigamiento era tanto de su parte que no se trabajaba tranquilo y directamente
hablamos con un abogado para que nos respalde porque no se podía seguir así”,
comentó.
Como una ironía, Mario señaló que Arévalo lo llamaba su mano derecha. “En un
momento me tenía como la mano derecha, él mismo lo decía, me preguntaba qué se
hacía y cómo continuar”, indicó para resaltar al entrevistador: “Mirá cómo terminamos
al final todos”.
Juan Basualdo subsiste en la medida de las posibilidades. Él, de edad avanzada, es
herrero y abraza más que nunca su oficio por la situación. “Ando con lo mínimo y con
la herrería me defiendo un poco económicamente”, dice. Con dolor, recuerda que
personalmente habló con Arévalo “porque tenía 60 años cuando empezó el conflicto”.
“Le pedí por favor que me mantuviera el empleo 5 años hasta que complete la edad
jubilatoria pero ni siquiera eso tuvo en cuenta y ahora no consigo trabajo por la edad
y tampoco puedo hacer los aportes como monotributista”, lamenta.
José Carrizo, también de edad avanzada, asentía y ratificaba a lo largo de la
entrevista lo que iban expresando los perjudicados. Al igual que ellos, vive el día a
día. “Yo estoy prácticamente haciendo changas y recién ahora pude cobrar el Ingreso
Familiar de Emergencia (IFE)”, comentó para rememorar que estuvo 21 años
trabajando en el SOEM.

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